miércoles, 16 de junio de 2010

La política del racismo en Arizona, EEUU

Para no quedar por detrás del difunto segregacionista gobernador de Alabama George Wallace, la gobernadora de Arizona Jan Brewer pasará a la historia como una ardiente xenófoba y racista.

El odio de Brewer por los inmigrantes y su desdén por los derechos civiles de los latinos (residentes legales y ciudadanos) se concretó en las leyes recientemente aprobadas en Arizona que apuntan a la criminalización de los inmigrantes, a la identificación de latinos por su raza y a la negativa a las minorías raciales del derecho a aprender sobre su historia.

Hablo, por cierto, de la SB 1070, la ley anticonstitucional que requiere que los policías exijan documentos legales a individuos sospechosos de ser inmigrantes indocumentados bajo la premisa de “sospecha razonable”, y la HB 2291, la ley racista que prohíbe los estudios étnicos (cursos opcionales, en realidad) en escuelas públicas.

En lugar de reprender a Brewer por sus acciones legislativas racistas, el presidente Barack Obama la invitó recientemente a la Casa Blanca para discutir la controvertida ley de inmigración, a la que el presidente se refirió como “insensata”. Es el mismo presidente que celebró una “Cumbre de la cerveza” en la Casa Blanca con un policía racista, el sargento James Crowley, poco después que éste arrestara al profesor de Harvard Henry Louis Gates, Jr. –un distinguido erudito afroestadounidense– en su propia casa. Ese sonado arresto pudo originarse por la “incapacidad” inicial de Gates de demostrar su residencia a Crowley, incluso después de que Gates presentó su tarjeta de identificación de la facultad de Harvard.

Como cualquier padre debería saber, ¡no hay que recompensar por mala conducta!

Mejor todavía, en lugar de entrevistarse con Brewer en una reunión cara a cara, usualmente reservada para dirigentes mundiales, Obama debería reprender a la gobernadora bergante y emprender una acción directa contra la agenda racista de Arizona. Obama puede aprender una o dos cosas de presidentes anteriores. Por ejemplo, en 1963, el presidente John F. Kennedy "federalizó" la Guardia Nacional de Alabama cuando el gobernador Wallace trató de impedir que dos estudiantes afroestadounidenses, amparados por la orden de un tribunal federal para acabar con la segregación en las escuelas públicas, asistieran a la Universidad de Alabama.

El ardiente segregacionista Wallace, que actuaba según la plataforma política “segregación ahora, segregación mañana, segregación siempre”, terminó por ceder bajo la presión cuando se vio enfrentado al poder militar del gobierno federal. Tomando este histórico evento como "un momento del que se puede aprender”, Obama tiene que utilizar todos los poderes ejecutivos, incluida su incomparable habilidad oratoria, para revocar de inmediato tanto la SB 1070 como la HB 2281. Mientras Obama y el Fiscal General [Ministro de Justicia] Erich Holder estudian la posibilidad de acción legal, individuos de ascendencia mexicana en este Estado del desierto viven en una constante situación de temor, ansiedad e inseguridad financiera.

Cuando promulgó originalmente la SB 1070 el 23 de abril, Brewer aseguró al público que no se toleraría la identificación de sospechosos por su perfil racial. Sin embargo, ¿qué sabe ella –una política blanca y privilegiada– de la discriminación según el perfil racial? Me pregunto si ella, o algún miembro de su familia, ha sido víctima de la identificación según el perfil racial. De un modo más específico, ¿le han negado alguna vez un taxi en la ciudad de Nueva York o en alguna otra ciudad importante por el color de su piel? ¿Ha sido parada por un policía sólo por estar en el “vecindario equivocado” o porque supuestamente “correspondía a la descripción” de algún presunto criminal?

Mientras Brewer y los partidarios de esta ley contra la inmigración intentan colar esta medida política en el marco entre “crimen” y “seguridad”, especialmente con el nombre oficial de la ley: “Ley de apoyo al mantenimiento del orden y de vecindarios seguros”, todavía tienen que presentar algún dato concreto que asocie la inmigración con el crimen en el Estado. Hay una palabra en el diccionario para la formulación de acusaciones falsas: calumnia.

Mientras los medios han concedido una gran parte de la atención a esta cruel ley de inmigración, Brewer no perdió tiempo en sus ataques contra la comunidad latina, una vez más, con la eliminación de los programas de estudios étnicos en las escuelas públicas.

En una maniobra orwelliana, Brewer, el arquitecto de esta prohibición, el jefe de las escuelas de Arizona Tom Horne y otros partidarios arguyen que los programas de estudios étnicos supuestamente fomentan el chovinismo étnico, invierten el racismo contra los blancos y promueven el derrocamiento del gobierno de EE.UU. Es sorprendente cómo los programas educacionales dirigidos a suministrar una interpretación más diversa desde el punto de vista étnico de la vida y la historia de EE.UU. se han convertido ahora en eminentes enemigos del Estado.

Por ejemplo, ¿cómo puede ser repentinamente antiestadounidense que se instruya a un estudiante latino de secundaria sobre los Trabajadores Agrícolas Unidos (UFW, por sus siglas en inglés) y el hecho de que César Chávez nació en Yuma, Arizona? ¿Cómo puede haberse convertido ahora en un acto criminal que se enseñe a una joven estudiante latina sobre Dolores Huerta, la cofundadora de UFW? ¿Significa esto que los estudiantes latinos y asiáticos no pueden aprender sobre los inmensos campos de internamiento para japoneses-estadounidenses, de los que el Estado de Arizona tuvo uno a mediados del Siglo XX, porque que esto cae bajo el marco de programas de “estudios étnicos”? La única conclusión lógica en este caso es que se trata de un intento obvio de los que están en el poder por borrar la historia de discriminación e injusticia social cometida contra minorías raciales en el Estado y más allá.

Finalmente, si examinamos críticamente los motivos tras estas leyes antilatinas, es obvio que mucha gente en Arizona y más allá siente temor y animosidad ante las consecuencias a largo plazo de la inmigración mexicana en particular, y del boom demográfico de los latinos en general, que llevarían al “browning” [marronización] de EE.UU.

Por Alvaro Huerta, CounterPunch. Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

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